Si quiero vivir en la abundancia he de deshacerme de todo aquello que me lo impide. Vamos a tratar dos emociones muy comunes y que, en verdad, nos impiden conseguir lo que queremos. La culpa y la envidía nos impiden avanzar en nuestra búsqueda y en nuestra felicidad.
La culpa
Es una emoción que impacta en uno mismo de diversos modos:
Desde el punto de vista físico puede manifestarse con dolores en el pecho, estómago, presión en la cabeza y molestias en la espalda.
Desde el punto de vista emocional, nos produce irritabilidad, nerviosismo, y es frecuente que lo identifiquemos como algo parecido a la tristeza.
Desde el punto de vista mental la culpa genera auto reproches, autoacusaciones y pensamientos destructivos de la autoestima y valía de uno mismo.
Muchas de las acciones que emprendemos ayudan a aumentar el sentimiento de culpa. Sin darnos cuenta y con frecuencia, podemos generarnos un malestar tan inútil como innecesario.
La sensación de culpa es una emoción que actúa de aviso. Es un sistema de alarma del que no debemos huir. Lo ideal por tanto es reflexionar acerca de lo que la ha provocado, y entender por qué nos sentimos de ese modo. Es como un aprendizaje para comprender dónde tenemos que poner el foco de atención en nuestras vidas para lidiar con las vulnerabilidades.
El diálogo interno es la acción que nos puede ayudar a hacer desaparecer este sentimiento o minimizarlo. Cuando experimentemos la sombra de esta emoción lo ideal es preguntarnos: ¿Por qué me siento así?, ¿qué situación es la que me ha provocado la culpa?, ¿puedo asumir esta culpa sin hacerla más grande ni infravalorarme por ello?
Para afrontar la culpa es necesario aceptar su existencia, pero no intensificarla. La culpa se combate con la aceptación.
Al hacer este análisis constructivo evitamos un sufrimiento y malestar que no tienen nada que ver con la culpa, sino más bien con nuestra desvalorización e incomprensión hacia nosotros mismos. De esta forma podremos dar solución y entender que existen alternativas para afrontar la situación en la que nos hemos sentido culpables.
La Envidia. - Melanie Klein (1988) la define como el sentimiento de enojo que se tiene cuando otra persona posee y disfruta algo deseable, siendo el impulso envidioso el de quitárselo o echárselo a perder.
La persona envidiosa es un insatisfecho que, con frecuencia, no sabe que lo es. Siente mucho rencor contra las personas que poseen algo que él/ella también desea, sin embargo, el envidioso se queda estático y no hace nada por conseguir sus metas. Está demasiado ocupado envidiando.
Cuando envidiamos, nos vemos inferiores, carentes, infelices, porque vemos al otro mejor, con las cualidades y la suerte que queremos para nosotros. Además, asumimos que la otra persona posee y/o tiene todo lo que nosotros anhelamos y nos hace sentir enojados, tristes, deprimidos, desolados causando un gran desgaste de energía que no nos lleva a ningún sitio, porque estamos en constante comparación con el otro y esté se convierte en un rival simbólico, ajeno a todo lo que despierta.
Al no aceptar sus carencias o realizar sus deseos, el envidioso/a odia y desea destruir a toda persona que le recuerda su carencia. La envidia es la rabia vengadora de quién en vez de luchar por sus anhelos, prefiere eliminar a la competencia.
En muchas ocasiones escuchamos críticas, murmuraciones, injurias, desdén, rechazo, agresiones, represión, rivalidad, venganzas, difamación, es la expresión del envidioso que de esta manera intenta desacreditar al otro y con esta actitud, se siente más y mejor. La envidia está directamente relacionada con el narcisismo. Cuando una persona desea destacar, ser el centro de atención y lograr una valoración y no lo consigue como desea, se siente amenazada por los éxitos, la vida y la felicidad de los demás, desarrollando ese sentimiento de envidia que le hace competir contra todo el mundo. No es que los demás tengan cosas, es que el envidioso las desea por que los demás las tienen. Y este sentimiento le condiciona, convirtiéndole en una persona infeliz, insatisfecha y turbada. No vive su vida, quiere y desea vivir la vida de los demás. Un envidioso es incapaz de ser caritativo, es malicioso, injusto, hostil y actúa con resentimiento.
La envidia se combate con la admiración. La envidia solo se cura con la madurez de la persona. Una persona madura que es consciente de sus propias carencias y dificultades, cuando las acepta como parte íntegra de su personalidad, no tiene necesidad de envidiar porque se quiere tal y como es y se respeta a sí misma.
Dar gracias todos los días por lo que tienes, por lo que eres, sin juicio, sin comparaciones, es un buen ejercicio para darte cuenta de que no necesitas envidiar nada ni a nadie, que eres perfecto/a tal y como eres. De esta manera, puedes llegar a reconocer que los logros de los demás son el resultado de su esfuerzo, que en cada uno de nosotros es distinto y que, generalmente, nada se consigue sin trabajo, y dedicación.