¿Cómo quiero vivir?

¿Cómo quiero vivir?

En la situación actual de pandemia a nivel mundial, el sentimiento del miedo nos ha invadido y casi nos está paralizando. Creo, que siendo responsables de nuestros actos y cumpliendo los protocolos establecidos podemos seguir con nuestra vida y vivirla de manera tranquila y con esperanza.

Quiero compartir con vosotros esta reflexión. Espero que os guste.

 

Cuento de Jorge Bucay “el elefante encadenado”

Había una vez un niño muy curioso, sensible e inquieto que fue al circo y se quedó maravillado al ver la actuación de un gigantesco elefante. En el transcurso de la función, el majestuoso animal hizo gala de un peso, un tamaño y una fuerza descomunales… Durante el intermedio del espectáculo, el chaval se quedó todavía más sorprendido al ver que la enorme bestia permanecía atada a una pequeña estaca clavada en el suelo con una minúscula cadena que aprisionaba una de sus patas.

“¿Cómo puede ser que semejante elefante, capaz de arrancar un árbol de cuajo, sea preso de un insignificante pedazo de madera apenas enterrado unos centímetros del suelo?”, se preguntó el niño para sus adentros. “Pudiendo liberarse con facilidad de esa cadena, ¿por qué no huye de ahí?”, siguió pensando el chaval en su fuero interno.

Finalmente, compartió sus pensamientos con su padre, a quién le preguntó: “¿Papá, por qué el elefante no se escapa?” Y el padre, sin darle demasiada importancia, le respondió: “Pues porque está amaestrado.” Aquella respuesta no fue suficiente para el niño. “Y entonces, ¿por qué lo encadenan?”, insistió. El padre se encogió de hombros y, sin saber qué contestarle, le dijo: “Ni idea”. Seguidamente, le pidió a su hijo que le esperara sentado, que iba un momento al baño.

Nada más irse el padre, un anciano muy sabio que estaba junto a ellos, y que había escuchado toda su conversación, respondió al chaval su pregunta: “El elefante del circo no se escapa porque ha estado atado a esa misma estaca desde que era muy, muy, muy pequeño.” Seguidamente, el niño cerró los ojos y se imaginó al indefenso elefantito recién nacido sujeto a la estaca.

Mientras, el abuelo continuó con su explicación: “Estoy seguro de que el pequeño elefante intentó con todas sus fuerzas liberar su pierna de aquella cadena. Sin embargo, a pesar de todos sus esfuerzos, no lo consiguió porque aquella estaca era demasiado dura y resistente para él.” Las palabras del anciano provocaron que el niño se imaginara al elefante durmiéndose cada noche de agotamiento y extenuación.

“Después de que el elefante intentará un día tras otro liberarse de aquella cadena sin conseguirlo”, continuó el anciano”, llegó un momento terrible en su historia: el día que se resignó a su destino.” Finalmente, el sabio miró al niño a los ojos y concluyó: “Ese enorme y poderoso elefante que tienes delante de ti no escapa porque cree que no puede. Todavía tiene grabado en su memoria la impotencia que sintió después de nacer. Y lo peor de todo es que no ha vuelto a cuestionar ese recuerdo. Jamás ha vuelto a poner a prueba su fuerza. Está tan resignado y se siente tan impotente que ya ni se lo plantea”

Este cuento filosófico es una invitación para que nos atrevamos a cuestionar y confrontar aquellos miedos inconscientes que llevan años limitándonos, de manera que podamos convertirnos en adultos libres.

La primera idea que quiero transmitir es que podemos vivir desde dos posturas, el victimismo y la prosperidad. Ambas posturas tienen sus ventajas. Vivimos el drama viviendo una cosa que no somos porque siempre nos han dicho que era así y no nos planteamos la posibilidad de cambio. Se trata pues de, al menos, intentar sacar la estaca que nos tiene atados.

La ventaja de seguir atado a la estaca es que cargamos la responsabilidad de nuestra vida en el otro y nos limitamos hacer lo que nos dicen. Esta es la posición de la víctima, una posición cómoda. La ventaja de la víctima es que no tiene que responder. La responsabilidad como sabemos es la capacidad de responder ante una situación. Si me adapto a lo que me dicen, a lo aprendido, y no lo cuestiono, no me responsabilizo de mis actos y la responsabilidad es del otro.

¿Como habla la victima? Siempre en tercera persona…. ¿por qué llegas tarde al trabajo? Porque ha llovido…. La responsabilidad es de las nubes. Sin embargo, esta postura no te permite hacerte responsable de tu vida y pierdes el control sobre ella.

Vamos a intentar ser responsables y tomar las riendas de nuestra vida.

Cuando nos hacemos responsables de nuestra vida, de nuestros actos, vivimos desde la prosperidad. Si no eres capaz de asumir que tú eres responsable de tu vida, tenemos un problema. Siempre habrá algo en lo que puedas descargar tu responsabilidad. Vives en un pueblo pequeño, en una gran ciudad, eres demasiado viejo para cambiar, eres demasiado joven…. Es decir, mientras que no seamos responsables de nuestras vidas es muy difícil que cambie tu vida y la sociedad en la que estamos viviendo.

Lo que sucede en mi vida es responsabilidad de lo que yo hago.

¿Te gustó el artículo? Compártelo en: