Orgullo
¿Qué entendemos por orgullo? Hablar del orgullo, no es fácil, porque realmente, que es el orgullo, para que nos sirve, está bien o está menos bien ser orgulloso. Desde mi punto de vista, el orgullo, está vinculado con la autoestima y la valoración personal. Una persona orgullosa, apuesta por ella, se quiere y va a conseguir sus metas, cree en ella y sabe lo que quiere. El orgullo positivo, es decir, aquel que nos conecta con nuestra autoestima y autovaloración es bueno y necesario para sentirnos seguros y equilibrar nuestra vida, valorarnos en la justa medida y posicionarnos en nuestra existencia.
Sin embargo, no podemos olvidarnos que el orgullo en grandes cantidades pasa a convertirse en soberbia. El orgullo negativo, la soberbia, se define como un exceso de estima hacia uno mismo y hacia los propios méritos, y nos hace pensar que somos superiores a los demás.
La soberbia es un sentimiento de sobrevaloración de uno mismo con respecto al otro. Es un sentimiento de superioridad que nos sitúa por encima del otro menospreciándole. La soberbia es una actitud orgullosa que envanece a la persona. Nos hace sentirnos superiores poniendo de manifiesto el complejo de inferioridad que alberga dentro de nosotros, surgiendo la prepotencia con la tratamos de demostrar que siempre tenemos razón, anulando al otro sin compasión. El soberbio emplea la vanidad para hacer ostentación de sus méritos, virtudes y logros.
Estas personas suelen ser muy intolerantes, muestran gran resistencia a pedir perdón, presentan un endurecimiento emocional y pueden bloquear las relaciones interpersonales.
Este tipo de sentimiento nos incapacita para reconocer y enmendar nuestros errores y pone de manifiesto la falta de humildad.
La humildad nos permite adoptar una posición abierta, flexible y comprensible hacia nosotros mismos y hacia los demás.
La humildad, es el arma para derrotar al soberbio. La humildad puede resultar dolorosa al principio, sin embargo, a medio plazo es liberadora. Permite afrontar la verdad acerca de quiénes somos y de cómo nos relacionamos con nuestro mundo interior. Cultivar esta virtud nos pone en el camino del bienestar emocional.
Si practicamos la humildad, nos damos cuenta de que el miedo a conocernos y afrontar nuestro lado oscuro disminuye; Nos ayuda a quitarnos la máscara de agrado incondicional hacia los demás, y permite que seamos aceptados por nuestro entorno social, laboral y familiar tal y como somos. Es toda una liberación. La humildad, directamente cohesionada con la honestidad nos da fortaleza para cuestionarnos a nosotros mismos identificando la falsedad y las mentiras que nos amenazan como tentaciones de nuestro interior. Cuanto más humildes/honestos somos, más auténticos nos presentamos al mundo y a nosotros mismos. La humildad y la honestidad derrotan muros.
Felicidad García Rodríguez
Experta en técnicas gestálticas.